Era una calurosa noche de verano. Deje la ventana abierta y con mi corto e inmaculado camisón me fui a dormir. Sabía que con el calor me iba a resultar de lo más difícil, pero igualmente yo lo intenté.
Mil cosas rondaban por mi cabeza. La verdad que no era el día más indicado para que hiciese calor, porque de por sí ya me hubiera costado dormirme. En algún momento, sin darme cuenta, debí dejarme caer en los brazos de Morfeo. Y, de repente, algo frío rozó mi cuello, pero no llegó a despertarme, pues no me importó; al contrario, me resultó agradable, pero entonces noté un aliento cerca de mi cara y sentí como si hubiese alguien.
Mil cosas rondaban por mi cabeza. La verdad que no era el día más indicado para que hiciese calor, porque de por sí ya me hubiera costado dormirme. En algún momento, sin darme cuenta, debí dejarme caer en los brazos de Morfeo. Y, de repente, algo frío rozó mi cuello, pero no llegó a despertarme, pues no me importó; al contrario, me resultó agradable, pero entonces noté un aliento cerca de mi cara y sentí como si hubiese alguien.
Me asusté sobremanera cuando su mirada atravesó mis ojos como si pudiese mirar a través de ellos y tocó mi alma. Entonces comencé a respirar más deprisa y el sonrió mientras apartaba su mano de mi boca lentamente. En ese instante pude ver lo que momentos antes había sentido frío en mi cuello y no necesité saber más. Ahora estaba segura y ya nada podía hacer.
