Una y otra vez
todo lo que decía me recordaba a él. Todo lo que hacía me recordaba a él.
Siempre pensando en él.
Una y otra vez
suplicando por volver a verle, por volver a encontrarnos. Pidiendo que el
destino nos volviera a reunir. Suspiraba por él a cada instante.
Una y otra vez
intentaba buscar distracciones, pero solo él podía librarme de esta locura. Él
era el único que tenía la capacidad de salvarme de este abismo al que no le
encontraba fondo. Tan solo él era capaz de encender esta cueva sin interruptor.
Una y otra vez
luchaba por apartarle de mis pensamientos, pero era incapaz. Todo me sabía a
él. Necesitaba volver a verle, volver a ver sus ojos, su cara, su cuerpo. No
podía seguir así mucho más tiempo.
Una y otra vez me
repetía que debía aguantar, que tenía que resistir. Pero era difícil. Me
levantaba por las mañanas y entre la avalancha de ideas aparecía, inevitablemente,
su dulce rostro. Le sentía conmigo a cada momento.
Una y otra vez su
presencia por las noches era la que me ayudaba a dormir. Yo sabía que el único
lugar donde le encontraría, tan solo con desearlo, era en mis sueños.
Una y otra vez
anhelaba fugarme y desaparecer para encontrarle y perderme, para tenerle y abrazarle,
para verle y besarle.