Los corazones están hechos de madera:
Arden, les talan, tienen muñones, están astillados, portan iniciales grabadas a
fuego, son dianas para flechas, sangran savia de días dorados.
Mi corazón acumula nieve por el dolor de tu
recuerdo, que cubre la corteza y le cala hasta el primer anillo de edad. Estos
cada vez son más finos y peor definidos. Al comenzar el año daba la impresión
de que los próximos empezarían a ensancharse, pero no.
Una vez más fueron solo previsiones a largo
plazo hechas en tiempos fértiles, y el corazón se quedó quieto. Muy quieto. Con una herida grande, muy grande. Y no había
forma de parar la hemorragia. Dejo de producir oxígeno para empezar a expulsar
veneno. Le salía de cada arteria y le recorría las venas, enturbiándole los
pensamientos. Sus hojas dejaban de ser comestibles y no permitía dar protección
bajo el calor de su sombra.
Después volvía a caer, y las lágrimas le
anegaban los accesos hasta acorcharle la madera. Entonces ya no quedaba más
sangre que bombear y la madera se volvía dura, fría. La mente fría. La cama
fría.
Odiaba todo lo que sintió y juró no volver
a sentir jamás. Pero volvían a su mente recuerdos de lo bueno que también fue y
se daba una nueva oportunidad. Aún quedaba madera seca.
