La música resuena en tus oídos.
Cada nota estalla contra tus tímpanos. La cantas a gritos en silencio. La
bailas con pasos inmóviles. Los de afuera rugen y te intentan distraer. Te
alumbran y piensan que te pueden asustar, que te vas a quedar quieto y les da
tiempo a disparar.
Pero tú… Tú estás en otro mundo. En
tu Mundo. Él único lugar del que tú tienes la única llave. No dejas entrar a
nadie, porque se asustarían. A veces, te asustas hasta tú. Nadie ha alcanzado
el nivel para ir de visita. Has enseñado el vestíbulo a unas cuantas personas,
pero cada vez eres más reacio. No están capacitados. Esa gente
espantaría a tus demonios. Y nadie puede vivir sin sus demonios. Simplemente,
no es sano. Si me lo proponen seguro que
aceptaría encantado, pero luego les echaría de menos. Ellos me mantienen
alerta, me recuerdan por dónde no debo ir, me hacen ver lo que con otros ojos
no vi.
Grandes sombras proyectadas sobre
gigantescos y luminosos claros. Como si de un maldito bosque se tratara, en él
viven monstruos y demonios, hadas y sirenas, duendes y mariposas. En continuas
luchas por controlar el territorio, debido a la escasez de recursos, las
inundaciones por acumulación, las tormentas eléctricas y los desiertos a causa
de antiguas declaraciones de fuego. Hay días en los que reina el caos
más absoluto, otros la paz más sincera, pero siempre encuentro buenas razones
para atacar al enemigo, para provocar la reacción inversa.
Y así andamos siempre. Entre dos
mundos: el nuestro y el de todos. Mientras haya equilibrio fuera, habrá
equilibrio dentro. Pero no siempre se cumple la máxima. En el fondo importa una
mierda lo que ocurra fuera.
Ciertos días los muros más externos
se pintan con una sonrisa y en lo más profundo del Mundo, en pleno centro, se
está librando una batalla sin cuartel. Nadie puede saberlo, porque nadie ha
entrado; más que tú. Porque no se han atrevido, porque no les has dejado.
Porque no se lo merecen, porque pueden romperte con hallarlo.
Pero bien sabes que no durará para
siempre. Llegará un día en el que des tu llave a alguien que sabes que no
te hará daño, porque verdaderamente te habrá dado la suya también y estaréis en
igualdad de condiciones. O eso, o tendrás que creer, y cuando tengas dudas declararle la guerra, aunque ambos seréis vulnerables.
