domingo, 5 de abril de 2015

Tu Mundo

La música resuena en tus oídos. Cada nota estalla contra tus tímpanos. La cantas a gritos en silencio. La bailas con pasos inmóviles. Los de afuera rugen y te intentan distraer. Te alumbran y piensan que te pueden asustar, que te vas a quedar quieto y les da tiempo a disparar.

Pero tú… Tú estás en otro mundo. En tu Mundo. Él único lugar del que tú tienes la única llave. No dejas entrar a nadie, porque se asustarían. A veces, te asustas hasta tú. Nadie ha alcanzado el nivel para ir de visita. Has enseñado el vestíbulo a unas cuantas personas, pero cada vez eres más reacio. No están capacitados. Esa gente espantaría a tus demonios. Y nadie puede vivir sin sus demonios. Simplemente, no es sano. Si me lo proponen seguro que aceptaría encantado, pero luego les echaría de menos. Ellos me mantienen alerta, me recuerdan por dónde no debo ir, me hacen ver lo que con otros ojos no vi.

Grandes sombras proyectadas sobre gigantescos y luminosos claros. Como si de un maldito bosque se tratara, en él viven monstruos y demonios, hadas y sirenas, duendes y mariposas. En continuas luchas por controlar el territorio, debido a la escasez de recursos, las inundaciones por acumulación, las tormentas eléctricas y los desiertos a causa de antiguas declaraciones de fuego. Hay días en los que reina el caos más absoluto, otros la paz más sincera, pero siempre encuentro buenas razones para atacar al enemigo, para provocar la reacción inversa.




Y así andamos siempre. Entre dos mundos: el nuestro y el de todos. Mientras haya equilibrio fuera, habrá equilibrio dentro. Pero no siempre se cumple la máxima. En el fondo importa una mierda lo que ocurra fuera.

Ciertos días los muros más externos se pintan con una sonrisa y en lo más profundo del Mundo, en pleno centro, se está librando una batalla sin cuartel. Nadie puede saberlo, porque nadie ha entrado; más que tú. Porque no se han atrevido, porque no les has dejado. Porque no se lo merecen, porque pueden romperte con hallarlo.

Pero bien sabes que no durará para siempre. Llegará un día en el que des tu llave a alguien que sabes que no te hará daño, porque verdaderamente te habrá dado la suya también y estaréis en igualdad de condiciones. O eso, o tendrás que creer, y cuando tengas dudas declararle la guerra, aunque ambos seréis vulnerables.



"Como una avispa intentando atravesar el cristal"