Es como un cristal que separa dos mundos distintos. Siempre ha estado ahí por seguridad, pues si ese cristal llegara a romperse los habitantes de ambos mundos sufrirían las consecuencias. Estas resultarían devastadoras tanto para el que lo rompe como para el resto de la población.
Debo apuntar que
en los últimos tiempos este cristal ha cambiado, ha mutando su composición, ha
dejado de ser translúcido para pasar a ser transparente, lo que ha despertado
la curiosidad de los que viven a ambos lados.
Ahora, los más
decididos y valientes, temen en menor medida las terribles consecuencias que
desde pequeños les habían inculcado que sufrirían, si alguna vez, si quiera, se
planteaban romper el cristal. Ahora, al ver lo que había al otro lado con total
claridad habían casi olvidado por competo que llegar a romper la barrera
supondría la destrucción de los dos mundos; primero uno, después el otro. Sería
una inevitable reacción en cadena.
El único problema
sigue y seguirá siendo la transparencia del cristal, la aparente facilidad para
romperlo y la pérdida de conciencia de los habitantes acerca de las
consecuencias de realizar tal acción.
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