Aversión mal
mezclada con una antigua y poderosa adoración. Sentía como me ponía en guardia
al centrar mi mirada en su ser. Yo era invisible, estaba bien protegida en
ese instante.
Comencé a
rememorar los momentos que pasé junto él, lo que no tuve y lo que nunca querré.
El tiempo lo transformó. Ya no era el mismo.
Me vino a la mente
una pregunta: ¿por qué no le podía amar? Mi primera respuesta fue mi inevitable
afán de perfección pero, en el fondo, sabía que había algo más.
Me costó
alrededor de una hora quitarme de encima esa sensación tan extraña y pegajosa.
Luego me permití verlo desde un punto de vista más objetivo.
Transcurrido no
mucho tiempo comprendí que él había sido la causa, la repuesta a mi pregunta.
Si no amo es porque no pude amar. Porque sé que me hace daño. Porque conozco
ese dolor y mi mente, mucho más inteligente que mi sentimental corazón, no
ha permitido que se vuelva a repetir algo como aquello.
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