Atardecer
invernal. Dos botas negras. Resuenan sus tacones. Silueta femenina de andares
resueltos. Pelo oscuro y ondeante. La calle solitaria iluminada por el verde
resplandor de una cruz griega. El viento sopla levantando las tostadas hojas
otoñales. Retazos de un pasado efímero. El frío cala hasta los huesos.
De pronto, calor.
La diferencia principal entre un lado y el otro. Tan solo los separa un fino
umbral. Odio y amor. Escuchar y hablar. Llorar y reír. Sube escalón a escalón
hasta su cumbre de paz y felicidad.
Se hunde a la vez
en su sofá y en sus pensamientos, mientras todo ese frío, ese viento, ya no le
afecta.
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