—¡Vale ya!, ¿no?
Que es que me tienes hasta las narices. Déjame un poquito en paz, que es que
estás todo el día encima de mí.
—Pero…<<Ya
me gustaría que esa frase fuera literal>>.
—Pero, nada.
—…<<Dios me
dan miedo sus ojos cuando se pone así, pero son tan bonitos. Es guapa hasta
enfadada. Sí, quizá me haya pasado un poco esta mañana… creo que hoy no tiene
un buen día>>.
—A ver, me puedes
explicar por qué me odias tanto. ¿Qué te he hecho yo?
—¡¿Qué?! Yo no te
odio, más bien todo lo contrario. <<Realmente me odio a mi mismo por no
encontrar el valor para decirte lo que siento. ¿Que qué me has hecho? Has
recompuesto mi corazón, has sabido sacarme una sonrisa siempre que estaba
triste, has encontrado la manera de ser mi amiga aunque me duela que solo
seamos eso, amigos. Me has hecho tantas cosas que un simple “gracias” se
quedaría corto>>. Lo siento si te ha molestado, sabes que yo no quería.
Gracias por soportarme todos los días —dije con una sonrisa — ¿crees que podrás
soportarme un poco más?
—Bueno, si me
pones esa carita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario