Entrar en casa a
trompicones e ir esparciendo nuestra ropa. Dejándola caer bajo nuestros pies a
medida que nos movemos. Al unísono. Como un todo.
Besarnos detrás
de la puerta sin soltar aun las llaves. Acabar empotrados contra la pared del pasillo.
Hacer una visita al sofá y acabar enredados en la alfombra.
Tiempo muerto.
Deslizarnos hasta
la cama. Perder la conciencia del espacio y del tiempo, disfrutando de cada
rincón tu cuerpo, de cada segundo en tu interior.

