viernes, 19 de junio de 2015

Lluvia salada

Te comienzan a escocer los ojos y al frotarte sientes como se te humedece la parte exterior de los índices. Entonces separas los párpados con cuidado, con miedo a romperte, y descubres que la inundación es inminente.

Aunque no estás frente a un espejo, tus mejillas y tu nariz sabes que han comenzado a enrojecerse, pues un calor que te hace tiritar ha roto tu termostato personal.


Las gotas de lluvia saladas comienzan a deslizarse por el borde de tus ojos hasta que no caben más, y al parpadear se lanzan por el precipicio en un suicidio colectivo.

Primero resbalan por tus mejillas, acariciándolas hasta hacer surcos. Cuando terminan con ellas, no pueden más que desprenderse del borde de tu cara, atraídas por la fuerza de gravedad. Tus manos intentan frenarlas, pero no hay nada que pueda pararlas. Ya se desató la tormenta, ya estalló el ciclón que se escapa por las ventanas. Las cándidas nubes de tus ojos descargarán hasta la última gota y nada servirá de nada.


"Cuando todo termine, el mayor de los deseos será empezar de nuevo"

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