domingo, 27 de julio de 2014

Mariposa

Cálidas miradas que se entrecruzan como tibias lagunas negras bañadas por la luna. En un intento por romper el delirio, nos lanzamos al vacío de los sueños rotos y caímos sobre una alfombra de flores. Sin más dolor que aquel que deja el pasado, que alivia el presente y que sana el futuro.

Todo es limpio, todo es puro. Un instante en el que nuestras almas se encuentran para fundirse. Bella incandescencia. El calor en el pecho que me llena y me recorre. El mismo que nos juega malas pasadas, el que conseguía trabarnos la lengua o soltarla a placer.




Una mariposa que se aburría de volar sola se metió en nuestro estómago para conseguir que nos riéramos de cosas sin sentido, para tener vergüenza de mirarnos fijamente, para hablar entre dientes lo que deseábamos gritar a los cuatro vientos. Para después obligarnos a sonreírle al mundo, a silbar por la calle, a escribir, y borrar al momento siguiente.


"Hay razones que quitan el sueño, y sueños que quitan la razón"

domingo, 20 de julio de 2014

Mad men

—¿Una aventura? Anda ya, que va. ¿Por qué habría de tenerla?

—Vamos a ver me estás diciendo que estás hasta los cojones de tu mujer… pues, ¿no sé a qué esperas? —. Y señaló con la mirada a la joven secretaria que había entrado nueva a trabajar hacía unos meses.

Francisco se dio cuenta de a lo que se refería su compañero.

—Hombre, la verdad es que está muy buena, pero no sé si…

—No te andes con gilipolleces y tirátela —le interrumpió su colega —, lo estás deseando.






Al día siguiente, ya al final de la jornada, no quedaba nadie en la oficina más que ellos dos. La ocasión se presentó sin llamarla. Rocío, así se llamaba ella, se apoyó sensualmente en el quicio de la puerta:

—¿Necesita algo más, don Francisco?

Él dudó por unos instantes en los que su miradas se aguantaban la una a la otra ardientes, pero aún guardando las formas.

—Sí, pasa y cierra la puerta.

Ella obedece mientras él se levanta de la silla, se acerca y comienza a rozarla. La toma por la cintura, se acercan. Su sexos se aproximan a través de sus ropas. Y comienza a besarla, a comérsela como fruta recién madura. Ella ofrece una mínima resistencia y acto seguido se deja hacer.

Francisco continúa besándola y recorriéndola, y con suavidad y furia la echa sobre el sofá de tela azulada del despacho. Tan solo la tenue luz de la lámpara del escritorio es testigo del acto.

Rocío sabe que está casado, pero le da igual, sabe que será su seguro de vida, su moneda de cambio.


"Barras de labios y otras formas de reconocer cuando uno ha cruzado la linde" 


miércoles, 16 de julio de 2014

Inundación

Volver a estudiarlo una y otra vez. Verter lágrimas de polvo y estrellas pensando en qué estuvo mal, en qué estuvo bien.

Albergar aún una gota de esperanza en lo más hondo del corazón. Llorar porque esa gota se escapa como agua entre los dedos.

Esperar sin saber bien qué se espera.



De nuevo la soledad, el frío. Reconstruir pedacito a pedacito el desecho orgullo. Sientes odio de que jugase contigo, de que te utilizara, de que te probase. Quisieras encontrártelo por la calle y gritarle, escupirle a la cara todas las ilusiones que te hiciste por su culpa; gracias a él.

Se entretuvo, pues le serviste como sopa de letras. Conversaciones llenas de palabras, algunas sin sentido. Diagonales que jamás llegarían a tocarse y se perdieron en el infinito.

Dolor en el pecho que se concentra hacia la izquierda, justo en el corazón. El fantasma de “lo que pudo haber sido, y no fue” te aprieta con fuerza el órgano vital que aún le pertenece para exprimirlo, dejándolo sin vida.



"Aún ando perdida entre las bambalinas de nuestra función"

domingo, 6 de julio de 2014

Estaciones

La mirada extraviada, cansada. Cuando me senté, sus ojos se posaron en mí un instante. No vi nada en ellos, estaban vacíos. Negros. Profundos como dos abismos.

Volvió a bajar la vista y se perdió en su mundo. Parecía preocupada, angustiada, confundida. Seguía con la vista fija en ella, pero no veía nada. No conseguía descifrar sus sentimientos.

Me distrajo un chico en chándal con el pelo de punta, y un hombre de edad avanzada con traje y zapatos elegantes que se sentó casi enfrente de mí, al lado de la chica.

Ella, como siempre que le afectaban los cambios que se producían en el vagón, se revolvió ligeramente en su asiento y miro de reojo al nuevo viajero. No parecía molesta, más bien por la mirada tierna que le dedicó, daba la impresión de que le hubiese recordado a alguna persona parecida a la que tuviera un especial cariño.




Me permití dejar de mirarla, porque estaba seguro de que no se iba a mover un milímetro, y me fijé en una mujer que leía cómodamente en su libro electrónico, y me puse a pensar en que haría en un mundo sin papel. Hasta que me sorprendió una chica más o menos de mi edad, bastante guapa y bien vestida que dejó resbalar su espalda por la pared en la que estaba apoyada para sentarse en el suelo con las piernas pegadas a su pecho.

Acto seguido, volví a dirigir la mirada hacia mi chica de los ojos tristes y, para mi sorpresa, ya no estaba. 

¿Cuándo se habría bajado? 

No lo sé, quizá tan solo fuera el reflejo en el cristal.



"Sentir que has llegado al límite y pedirte un poco más, porque los límites los marcas tú"