La mirada extraviada,
cansada. Cuando me senté, sus ojos se posaron en mí un instante. No vi nada en
ellos, estaban vacíos. Negros. Profundos como dos abismos.
Volvió a bajar la vista y se perdió en su mundo. Parecía preocupada, angustiada, confundida. Seguía con la vista fija en ella, pero no veía nada. No conseguía descifrar sus sentimientos.
Me distrajo un chico en chándal con el pelo de punta, y un hombre de edad avanzada con traje y zapatos elegantes que se sentó casi enfrente de mí, al lado de la chica.
Ella, como siempre que le afectaban los cambios que se producían en el vagón, se revolvió ligeramente en su asiento y miro de reojo al nuevo viajero. No parecía molesta, más bien por la mirada tierna que le dedicó, daba la impresión de que le hubiese recordado a alguna persona parecida a la que tuviera un especial cariño.
Volvió a bajar la vista y se perdió en su mundo. Parecía preocupada, angustiada, confundida. Seguía con la vista fija en ella, pero no veía nada. No conseguía descifrar sus sentimientos.
Me distrajo un chico en chándal con el pelo de punta, y un hombre de edad avanzada con traje y zapatos elegantes que se sentó casi enfrente de mí, al lado de la chica.
Ella, como siempre que le afectaban los cambios que se producían en el vagón, se revolvió ligeramente en su asiento y miro de reojo al nuevo viajero. No parecía molesta, más bien por la mirada tierna que le dedicó, daba la impresión de que le hubiese recordado a alguna persona parecida a la que tuviera un especial cariño.
Me permití
dejar de mirarla, porque estaba seguro de que no se iba a mover un milímetro, y
me fijé en una mujer que leía cómodamente en su libro electrónico, y me puse a
pensar en que haría en un mundo sin papel. Hasta que me sorprendió una chica
más o menos de mi edad, bastante guapa y bien vestida que dejó resbalar su
espalda por la pared en la que estaba apoyada para sentarse en el suelo con las
piernas pegadas a su pecho.
Acto seguido, volví a dirigir la mirada hacia mi chica de los ojos tristes y, para mi sorpresa, ya no estaba.
¿Cuándo se habría bajado?
No lo sé, quizá tan solo fuera el reflejo en el cristal.
Acto seguido, volví a dirigir la mirada hacia mi chica de los ojos tristes y, para mi sorpresa, ya no estaba.
¿Cuándo se habría bajado?
No lo sé, quizá tan solo fuera el reflejo en el cristal.

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