Los parques
siempre me han parecido los lugares perfectos para evadirse de la realidad
circundante. Si me dan a elegir entre vivir en la boina negra que porta mi
ciudad o en alguno de sus roídos agujeros, sinceramente prefiero quedarme en el
agujero.
Al poner un pie
al otro lado sientes como si hubieses entrado en un mundo nuevo; un lugar
diferente, lleno de rincones inexplorados.
Los parques tiene
mucha más vida de la que parecen albergar. Lo miras desde fuera y no sientes
nada. A simple vista parecen lugares extraños, vacíos, que a nadie interesan.
Te crees superior, urbanita.
Pero si te
atrapa, se te pasan las horas sentado en un banco, leyendo, charlando,
pensando, viendo a los niños jugar, escuchando a los pájaros, dando un paseo,
haciendo fotos.
Cuando en
cualquier parque encuentras tu lugar, hallas la tranquilidad y el sosiego en el
mundo moderno. Quizá sea un banco, un tronco de árbol caído, unas piedras o un
muro. No importa qué, sino el hecho de que lo hayas encontrado. Es toda una
suerte disponer de un propio remanso de paz en mitad de la vorágine
cosmopolita.
"En ese
instante, te das cuenta de que sólo tú eliges como quieres que sea tu vida"
Si hoy es un día
gris, de esos en los que todo sale mal. Desde el más pequeño detalle hasta lo
más importante. Todo se tuerce, lloras, te enfadas, estás más susceptible de lo
debido. Acabas enfrentándote con quien te cruzas.
Piensa en todo lo
bueno que fue ayer. Imagina lo bueno que será mañana. Y así, centrándote en
ellos, quizá saques adelante el día de hoy. Porque lo importante no es como
empieza, sino como lo acabas.
"Esperando a que Eos anuncie la llegada de un nuevo día"
Muchas veces ha
sido representada como un hombre, pero solo hay que fijarse en su nombre para
descubrir que es del sexo opuesto. Piel negra como el azabache. Se esconde
entre las sombras o sale a plena luz del día. Invisible para el ojo humano,
pues se mueve con demasiada rapidez. Algunos intentan sortearla y tiene suerte.
Solo les pone a prueba. Ellos son los que ganaron una batalla, pero saben que
no ganarán la guerra.
Pero ella también
es vida. Cuando una persona muere, en otro lugar nace otra. Ciclo vital. Ciclos
globales. No le tengo miedo, más bien confío en ella. Da a cada uno lo que no tiene. A veces aparece como un aviso, otras se ceba en poco tiempo, pero siempre
nos afecta de una manera u otra.
"El destino hila, enrolla y corta el hilo de nuestras
vidas"
Atardecer
invernal. Dos botas negras. Resuenan sus tacones. Silueta femenina de andares
resueltos. Pelo oscuro y ondeante. La calle solitaria iluminada por el verde
resplandor de una cruz griega. El viento sopla levantando las tostadas hojas
otoñales. Retazos de un pasado efímero. El frío cala hasta los huesos.
De pronto, calor.
La diferencia principal entre un lado y el otro. Tan solo los separa un fino
umbral. Odio y amor. Escuchar y hablar. Llorar y reír. Sube escalón a escalón
hasta su cumbre de paz y felicidad.
Se hunde a la vez
en su sofá y en sus pensamientos, mientras todo ese frío, ese viento, ya no le
afecta.
"El
orgullo de quien acaricia la vida sumergiéndose en cada instante como si fuera
el del epílogo"
Completa y
absurdamente de acuerdo. No sé cómo, pero siempre llego al mismo punto. ¡Joder!
Asqueroso punto de mierda. Me tiene hasta las mismísimas narices. Siempre
igual, siempre lo mismo. Si es que soy idiota.
Completa y
absurdamente idiota. No tengo remedio. ¡Qué coño! ¡¿Cómo que no tengo remedio?!
Se acabó, a partir de ahora no volveré a tropezar dos veces con la misma piedra
y si lo hago ya no serán tres. Esa es la clave: ser positiva.
Completa y
absurdamente positiva.
Este es tu juego. Tú haces el camino, tú pones las
reglas.
Es cierto todo lo
que dicen acerca del amor. Para empezar, tú ya te has fijado en esa persona
antes y desde tu privilegiada posición podías haberla observado, pero
simplemente la viste y pensaste: “inalcanzable”.
Ya la habías
olvidado cuando, de repente, se te presenta la ocasión de conocerla, de hablar
con ella. No eres capaz de mover un músculo, mas en cuanto reaccionas deseas
que la tierra te trague para que nadie te obligue a intercambiar ni siquiera
una palabra con él.
Al mirarle en la
distancia te parece muy guapo y alguien bromea con la típica frase del tipo
“¿qué pasa, te da vergüenza?”. Entonces comienzas a reír, en un tira y afloja
con la persona que te quiere llevar ante él y el calor del grupo del que no
deseas separarte. Sientes como un color bermellón se apodera de tus mejillas y para que nadie se dé cuenta, acabas siguiendo con resignación a quien ya le
conoce.
Cuando llegas al
punto de encuentro te alegras al superar la primera toma de contacto: las
pertinentes presentaciones y un fugaz beso en cada mejilla. Les dejas hablar y
tú absurdamente piensas que la situación se va a mantener así todo el tiempo.
Ellos hablan, tú escuchas. Mientras, aprovechas para mirarle más
detalladamente, a la vez que cruza alguna mirada contigo. De momento, es como
si nada hubiera cambiado, simplemente ahora le tienes más cerca.
Y entonces
llega el esquivado momento, te hace una pregunta que te resulta ambigua y tu
mente se bloquea. Se te hace un nudo en la garganta, casi no puedes respirar.
No sabes qué decir, pero sabes que es tu turno, así que décimas de segundo
después sueltas lo primero que se te pasa por la cabeza. Esa es la clave, ya
has explotado. Aquello comienza a rodar. Sigues temblando, pero comienzas a
cazar las mariposas que revolotean en tu estómago.
Él sonríe y te
reformula la pregunta. A partir de ahí la conversación remonta pudiéndose
definir de breve pero intensa. De esta manera, comienzas a guardar detalles en
tu mente: algo más alto que tú, moreno, pelo de punta, rasgos ligeramente
endurecidos y, algo que te sorprende sobremanera, sus ojos. Sus ojos negros y
profundos que te miran como nadie antes lo había hecho. Ya no puedes dejar de
mirarlos.
En ese instante,
por tu mente pasan dos ideas: te estás enamorando, será verdad que él también.
Tiene una mirada tan tierna y transparente que serías capaz de pasarte la vida
perdida en ella. Todo en él es perfecto.
El problema
aparece cuando debe marchar. Entonces comienzas a desear que la persona que te
acompaña os deje a solas para poder desaparecer con él. A la hora de despedirte
prefieres que no te dé dos besos ni mucho menos en la mejilla. Después solo
encuentras dos opciones: la esperanza o el olvido.
"Eres la luz de
vela que alumbra mi camino, la estrella que me guía, el fuego en el que deseo
consumirme hasta ser cenizas"
El cristal de la
ventana se hizo añicos. Una explosión de brillantes prismas multicolores. Mil
pedazos saltaron en todas direcciones cubriendo el suelo de la habitación. Fue
como una liberación. Respiré hondo, me miré el puño y no sentí nada. Solo vi la
roja sangre que comenzaba a brotar de mis nudillos.
Una vez soltada toda la tensión acumulada, toda la furia, me relajé. Ahora solo tenía una misión: cumplir mi último deseo.
"Las fronteras las crea el hombre, no la naturaleza"
He llorado y
lloro y seguiré llorando. He llorado tantas veces que ya hasta perdí la cuenta.
Mas llorar siempre es bueno. Quizá sea porque me guste sacarle el lado positivo
a esta dura vida pero, siendo así o no, llorar me parece una verdadera
liberación.
He llorado cuando
he estado triste o cuando alguien lo estaba, cuando me ha dolido un golpe o he
sentido rabia. He llorado para descargar tensiones y, así, recuperar mi cordura
y mi calma. También se me han saltado las lágrimas entre risas o con un buen
libro o una buena película.
Pero, mi gran
duda es ¿cuándo he llorado de alegría?
Cuándo he
recibido tal sorpresa o he visto a una persona que me haya hecho llorar, pero
de alegría. Intento recordar algo que haya conseguido desbordar mi corazón, de
forma que no me haya quedado más remedio que llorar con una sonrisa de oreja a
oreja dibujada en la cara.
Y no encuentro
ese recuerdo, no lo encuentro.
"Hay razones que quitan el sueño y sueños que quitan la razón"
Hay cosas
inexplicables. Cosas que solo te puedes quedar mirando, admirando. Te atrapan
de tal forma que no puedes hacer nada más, pensar nada más. Te embriagan por
unos instantes y tu mundo se paraliza. No pasa el tiempo. Solo sonríes. A
veces, incluso, suspiras.
Te quedas
entusiasmado y completamente abstraído; con la mente en blanco. Sientes como si
flotaras, nada importa, nada te pesa. Todo es perfecto.
Aunque lo que te
produce esta sensación esté delante de ti el tiempo suficiente como para ser
consciente de ello, no podrás realizar ningún comentario para expresar lo que
se te pasa por la cabeza y seguirás callado. Temes que cualquier gesto pueda
romperlo.
Cuando ese
momento se pierde, fugaz por lo común, te cuesta unos minutos reaccionar. Y ya
no te quitas esa imagen, esa sensación, de la cabeza en horas. Quizá días.
Tal
vez se quede grabada en tu memoria para toda la vida.
Aversión mal
mezclada con una antigua y poderosa adoración. Sentía como me ponía en guardia
al centrar mi mirada en su ser. Yo era invisible, estaba bien protegida en
ese instante.
Comencé a
rememorar los momentos que pasé junto él, lo que no tuve y lo que nunca querré.
El tiempo lo transformó. Ya no era el mismo.
Me vino a la mente
una pregunta: ¿por qué no le podía amar? Mi primera respuesta fue mi inevitable
afán de perfección pero, en el fondo, sabía que había algo más.
Me costó
alrededor de una hora quitarme de encima esa sensación tan extraña y pegajosa.
Luego me permití verlo desde un punto de vista más objetivo.
Transcurrido no
mucho tiempo comprendí que él había sido la causa, la repuesta a mi pregunta.
Si no amo es porque no pude amar. Porque sé que me hace daño. Porque conozco
ese dolor y mi mente, mucho más inteligente que mi sentimental corazón, no
ha permitido que se vuelva a repetir algo como aquello.
"Si el amor llama a mi puerta le abriré
encantada, pero no pienso salir a buscarle"
Salir a la calle
y comprobar que aún hay esperanzas, pero que se ven truncadas por otros
detalles. Detalles que ahora no deberían tener importancia y que lo llenan
todo. Detalles que rompen esa maldita felicidad. Que no puedo apartar de mí,
aunque debiera. Que me oprimen y me bloquean y sacan lo peor de mí. Pierdo los
papeles, contengo la respiración, calmo la voz, enfrío la mente y vuelvo a
empezar una vez más hasta que alguien se canse.
Debería
reaccionar, debería hablar, debería expresar lo que siento. Quisiera poder
hacerlo, pero no encuentro el momento. Quizá me falte decisión, quizá
confianza. Podría tener algo en lo que apoyarme que me sirviera para saltar, pero
no encuentro nada. Es difícil utilizar las palabras correctas, poner los signos
de puntuación donde se debe y conseguir que, a la primera, la frase tenga
sentido.
¿Encontraré la
manera de hacerlo algún día?
¿Será tarde?
"Lo
importante del día no es como empieza, sino como lo acabas"
Te miras en el
espejo, un día cualquiera, no sabes la hora ni te importa. Aunque no hayas vivido tanto, ha dejado de importarte. Persigues fantasmas que no existen. Una y mil
ideas rondan por tu cabeza. Ya no sabes que pensar, parece que eres tú el que
lo hace todo mal. El que siempre tiene la culpa, al que hacen llorar. Te
sientes frustrado, no te reconoces. Por qué aparentemente es todo tan perfecto.
“Tú, maldito
reflejo, ¿qué esperas de mí?
No hay nada ya
que pueda hacer. Soy tu doble de carne y hueso, que juega por ti en este mundo
irreal de sueños atrapados y mentiras libertinas. A quién puede importarle eso
ahora. Quizá no sea lo suficientemente bueno, pero aquí estoy. No conozco otra
manera y he de sobrevivir, por mucho que me cueste no me queda otro remedio.
Debo buscar la mejor táctica para sortear los obstáculos. La forma más rápida y
la menos costosa. No tengo otra alternativa que continuar con paso firme y
expresión decidida. Lo siento, pero no sé de otra vía para avanzar.”
Tanta maldad,
tanto odio, tanta ira muchas veces contenida, que todo aquel que estuviera
interesado sabía ocultar con extremado celo, aunque no con la discreción
necesaria, en algunos casos.
Tanta envidia,
tanto deseo de conseguir lo que uno no tiene y de dar cualquier cosa por ello
hasta el extremo de dejar a un lado todo aquello que no te interesa, todo lo
que en el fondo no tiene importancia para ti, solo para lograr un objetivo
mayor. En esos momentos, de aparente vital importancia.
Tanta carga sobre
sus hombros, tanta pregunta sin respuesta, tanta desesperanza y desesperación
hacen de un tierno capullo una rosa con espinas, altiva, peligrosa. No todo era
lo que parecía, ahora ya no.
Tanta locura,
tanta inestabilidad, después de encajar cada golpe, cada personaje de la
historia, cada prejuicio. Ahora ya no queda casi nadie, el campo de batalla se
está quedando desierto.
Tanta
preponderancia, tanto orgullo, tanta preconcepción del mundo hasta crear un
esquema perfecto de vida, sin más que su recia fe en algo desconocido para la
mayoría. El encontrar un atisbo de verdad es un descuido del autor, un roto en
su disfraz.
Tanta mirada
extraviada, tanto desengaño, tanta oscuridad enjaulada que acabará saliendo,
ennegreciéndolo todo a su paso, a no ser que sea consumida por pequeños rayos
de luz. Todo cabía esperar, pues aún quedaban ilusiones y deseos incumplidos.
Tanta
premeditación y, aún así todo ello se podía derrumbar con la más leve brisa.
Las ideas mecidas por el viento se estremecían a cada paso que daban, hasta que
sin mayor novedad se veían realizadas.
"Odio el ayer, adoro el mañana, que importa lo que
pase hoy mientras sea feliz"
Andaba por las calles como si se tratase de un soleado día del mes de mayo; con el sol iluminando mi rostro mientras paseaba por un camino repleto de verdes árboles, aunque este no era el caso. La mejor luz, la proveniente de la luna y, además, llovía a cántaros. En lo único en lo que se parecía esa fresca noche a aquel idílico día primaveral era en que ambos pertenecían a la misma estación del año.
Ya llevaba
bastante tiempo andando, no sabría decir exactamente cuánto, pero decidí
sentarme en las escaleras de un soportal a esperar a que amainase un poco el
temporal; aunque debo reconocer que adoraba la lluvia y que ya estaba calado
hasta los huesos. Estando allí comencé a observar como cada gota se estrellaba
contra el suelo haciendo ese ruido tan característico. En ese momento comenzó a
llover con mayor intensidad, creando prácticamente una cortina blanquecina.
Bajé la mirada y fijándome en un pequeño riachuelo que pasaba por la acera
pegado a la pared, me dejé caer sobre mi hombro y apoyé mi cabeza sobre el frío
ladrillo. Respiré hondo y me relajé.
Entonces, en esa inspiración,
mi nariz captó un olor diferente mezclado en el húmedo ambiente. No era difícil
reconocer, por ejemplo, el de la hierba mojada, pero descubrí un efluvio de
algo que me sorprendió gratamente, con lo que hacía tiempo que no me deleitaba
y que me extrañó percibir. Creo que subestimé a mi olfato, al parecer, más
sensible de lo esperado. Me levanté casi intuitivamente, pasé de un salto los
dos escalones que me separaban de la acera y me dirigí en la dirección de la
que provenía el olor; para muchos nauseabundo, para mí delicioso.
En esos
instantes, me sentí como un tiburón que podía oler una gota de sangre en el
océano encontrándose a varios metros de distancia de ella. El paralelismo me
pareció de lo más acertado, pues llovía a mares y no anduve mucho más de unos
metros hasta doblar una esquina y dar con la procedencia de tan maravilloso
aroma.
Me topé con una
chica. No tendría más de veinte años. Estaba tirada en el suelo, bañada en
sangre. Me agaché a su lado. Parecía tan dulce y frágil, de piel pálida con el
pelo largo y negro. La sangre procedía de una herida en su cuello, no era
excesivamente profunda. El contacto de mi mano con la sangre, con ella. Descubrí
que estaba helada, prácticamente más fría que yo. Casi no tenía pulso.
Todo apuntaba a
que había sido uno de los nuestros. Pero, ¿quién sería capaz de hacer una cosa
así? Me sentí de nuevo atraído por el olor e intenté reprimir mis instintos
hasta que finalmente no pude contenerme más. Una sensación de angustia me
invadió el cuerpo y un escalofrío me recorrió de arriba abajo. Nadie se
enteraría, miré a izquierda y derecha. Estaba impaciente, no podía esperar más.
Al instante, me
vi posando mis colmillos encima de la herida de su cuello. Rápidamente me
aparté y me levanté de un salto. ¿Cómo podía haberme descontrolado de esa
manera? Hacía mucho que no me sentía así. Yo había aprendido a controlar mis
impulsos. Esto no era normal. Me apoyé contra la pared mientras observaba a la
chica que tenía a mis pies.
Tenía que sacarla
de allí, no podía dejarla tirada en el suelo de una calle cualquiera. Ella no
tenía la culpa. Me agaché de nuevo junto a ella, la recogí con mis brazos y me
la llevé corriendo. Más tarde me preocuparía del verdadero culpable.
Lo único que me gusta vomitar son palabras. Una sensación que te impulsa. Estás lleno de ideas y solo deseas plasmarlas en papel. Necesitas escribir; tomar una hoja y un boli y, tan solo, escribir.
Pero, en este caso,
la sensación es peculiar y más profunda, ya que no se tienen los mismos
síntomas. Comienzas por sentir extrañeza, repulsión, aversión y una tenue
presión en las sienes, mientras frunces ligeramente el ceño. Un pequeño nudo en
la garganta, un gran agujero en el estómago.
Tensas todos tus
músculos, encajas la mandíbula apretando los dientes, preparándote para ladrar.
Achinas los ojos y tu mirada se vuelve dura y fría como el acero, y tan afilada
como tu lengua o, por el momento, tus pensamientos. A veces, arrugas la nariz y
abres las aletillas, como si de una especie de tic se tratase. Parece como si
hubieses olido algo asqueroso y comienzas a tener nauseas. El dolor comienza a
hacer mella en tu estado de ánimo y llegados a este punto empieza la
trasformación.
Aprietas los
puños, respiras más deprisa y cada vez que lo haces el aire resuena como si
fueras un toro embravecido. Te mantienes en una alerta constante, en cualquier
momento puedes vomitar algo de lo que luego quizá te arrepientas, pero, en esos
momentos, todo te da igual. No eres racional. Estás completamente a la
defensiva, preparado para recibir cualquier disparo, desde cualquier ángulo.
Puedes atrapar la bala aunque te apuñalen por la espalda.
Todo es muy
rápido, todo en caliente. Todo esto ocurre en escasos minutos. Probablemente
luego te relajes, reflexiones, recapacites y te vuelvas sensato.
O, tal vez, no.
"El juego de niños que fue ayer, torna hoy
en pensamientos oscuros y confusos"
Dejo volar mi mente, mi imaginación y me veo en otros mundos, viviendo otras vidas. ¿Qué sentido tendría ahora el retroceder y volver a permitir que el destino te vuelva a colocar en un sitio, en tu sitio? Ese que nos toca por casualidad, ese que no elegimos. En el cual nos encontramos en cuanto inspiramos por vez primera. Del que probablemente no nos movamos en algún tiempo o quizá en toda nuestra vida.
Siempre que nos
paramos a pensarlo nos parece algo tan abstracto y tan lejano; tan grande, que
no podemos abarcarlo. Nuestra pequeña cabecita es incapaz de hacerse, ni
siquiera, una idea aproximada de lo que ocurrió en aquel instante en el que la
casualidad decidió situar nuestra existencia en ese preciso paralelo.
No somos
conscientes de la relevancia que ello tiene hasta que alguien te lo comenta,
preguntándote: “¿Has pensado alguna vez en ello?” Tú te quedas con una
expresión absurda mientras intentas asimilarlo, y te dices: “¿Por qué he nacido
aquí?”
Pasado un tiempo
quizá te rías y pienses qué le habré hecho yo a la diosa Fortuna para que me
hiciera comenzar aquí y en ese momento mi vida; y siempre pensarás: “He tenido
suerte, mucha suerte”. Incluso llegarás a plantearte el hecho de cuánta gente
ha pensado en ello, pero no solo eso, sino cuánta gente no lo ha pensado nunca.
Y concluirás que sería muy triste no hacerse nunca estas preguntas ni tantas
otras que, seguramente, tienen respuesta, pero que aún no se la hemos
encontrado.
¿Cómo se puede separar a alguien de tu vida sin dejar cicatrices? No puedes seguir así, pero el cambio traería la desgracia para unos y la alegría para otros; al igual que cualquier otro cambio. Al final todos son iguales.
El único problema es decidirte a darlo. Siempre hay ejemplos, parecidos, guías… que te pueden ayudar, pero que en fondo no sirven de nada. Porque cada persona es diferente y, por tanto, hay que tratarla individualmente, nunca como colectivo. Esto podría llevar al más absoluto desastre, las cosas tampoco se solucionan así.
Nos guste o no,
duela o no, hay veces que hay que superar a todo y superarse en todo para
llegar a donde se pretende llegar. Siempre consiguiendo o, al menos, intentando
no estrellarse. No se pueden cultivar flores de papel, pues se consumirán en sí mismas al rozar el día.
Ahí están los
cambios, pero ¿cuándo es el momento adecuado para realizarlos? El momento
elegido también puede ser esencial para que el cambio se realice
satisfactoriamente. Un solo fallo y todo se perdería. Al filo del tiempo,
contando los segundos, buscando las palabras. Siempre serenas y amables, pero afiladas
como cuchillos, pues se debe cortar un tallo bastante grueso. No hay que buscar
excusas ni inventarse burdas mentiras. La verdad suavizada, pero la verdad por
delante.
En cualquier
caso, no es mejor saltarse alguna regla… quizá no debiera, pero me resulta tan
complicado. Sé que debo hacerlo, pero no es fácil ni agradable. Aunque será lo
mejor para todos, ya que por mi parte la situación cada día se vuelve más
insostenible.
"Cuando una amistad pende de un hilo y no te queda más que cortarlo para
poder continuar"
Era una calurosa noche de verano. Deje la ventana abierta y con mi corto e inmaculado camisón me fui a dormir. Sabía que con el calor me iba a resultar de lo más difícil, pero igualmente yo lo intenté.
Mil cosas rondaban por mi cabeza. La verdad que no era el día más indicado para que hiciese calor, porque de por sí ya me hubiera costado dormirme. En algún momento, sin darme cuenta, debí dejarme caer en los brazos de Morfeo. Y, de repente, algo frío rozó mi cuello, pero no llegó a despertarme, pues no me importó; al contrario, me resultó agradable, pero entonces noté un aliento cerca de mi cara y sentí como si hubiese alguien.
Me desperté sobresaltada incorporándome y no vi a nadie en un primer momento, ya que estaba oscuro; pero al volver a mirar encontré una figura en una esquina de mi habitación junto a la ventana. Quería gritar pero no podía, igualmente esa persona se abalanzó sobre mi tapándome la boca. De esta forma puede verle el rostro gracias a la poca luz que entraba por la ventana.
Me asusté sobremanera cuando su mirada atravesó mis ojos como si pudiese mirar a través de ellos y tocó mi alma. Entonces comencé a respirar más deprisa y el sonrió mientras apartaba su mano de mi boca lentamente. En ese instante pude ver lo que momentos antes había sentido frío en mi cuello y no necesité saber más. Ahora estaba segura y ya nada podía hacer.
"Eres la
perfecta melodía que me acompaña de día y me desvela de noche"
Pasado un tiempo decidí esclarecer el asunto y cuál fue mi sorpresa que acabe metida en una película de ciencia ficción. Todo había estado en mi imaginación, pero ahora había saltado a la gran pantalla y sería cuestión de tiempo que llegase también a los televisores de cada casa.
Aunque después de
tanta presión necesitaba el máximo de distensión, así que no me importó. Cogí
mis palomitas y mi refresco y me dispuse a disfrutar del espectáculo.
Parecía una buena
película, trataba sobre un pájaro solitario que volaba demasiado confiado y le
enjaularon. Pero el pájaro fue lo suficientemente astuto para escapar.
Finalmente el volaba libre, pero ya no estaba solo.
"Cuando las cosas quieren cambiar y, aunque no sabes si van a
ir a mejor, las dejas que cambien"
Porque cuando se cala es difícil
arrancar, siempre cuesta volver a empezar, pero yo estoy segura de ti y eso nos
sobra. Hay que conseguir volver a poner en marcha este dormido corazón. Confía
en mí, juntos tocaremos el cielo y al caer no nos romperemos, porque no somos
de cristal, somos dos diamantes, transparentes al igual, pero invencibles.
Llevo tu voz dentro de mí, la
oigo cada día al despertar y me dice: “¡Adelante, te quiero! Cómete el mundo
que yo estoy contigo”. Por eso yo te digo: “No te sueltes la mano, que el viaje
es infinito”. Y si estoy loca es cosa mía, pues me siento tan fuerte que pienso
que nadie me puede tocar.
Nada podrá cambiar lo
que siento, porque si soy lo que siento, siento que no estás, y me rallo y me
entra el miedo. Pero todo eso puede cambiar a mejor, mañana, porque te quiero a
ti, porque te quiero. Cada dos minutos una
eternidad, porque en la vida conocí el igual a ti, pero no me importará esperar.
Me pierdo en tus ojos y siento volar mi corazón que está lleno de amor. El
mundo es maravilloso desde que tú estás en él.
Empezó siendo un parque más. Tengo el vago recuerdo de los niños del barrio jugando, cercanos a sus madres y abuelos, los perros, protección, diversión, inocencia. Me llevaban en primavera y guardo un bonito recuerdo de aquel lugar. Siempre tan natural, tan lleno de vida.
Pero, un día, no
sé bien por qué, desapareció. Simplemente era como si ya no estuviese allí, como
si lo hubieran trasladado a otro lugar. Al dejar de entrar con frecuencia, aquella
verja enarbolada no me permitía ver más allá.
No sé dónde ha
estado todo este tiempo, solo sé que un día le reencontré y que ahora no hay
día que no piense en él. Le veo al final de la calle y todas esas imágenes
vuelven a mí en un torrente de recuerdos. Pero ahora le veo diferente. Ahora le
miro desde arriba, pues veo por encima de esa verja, y siempre me gusta
recordar el tiempo aquel en el que me parecía tan alta que nunca me planteaba
el superarla.
En estos tiempos
que corren, o más bien vuelan, ese parquecito se ha convertido en un remanso de
paz, en el que te dan ganas de quedarte plácidamente sentado en un banco
leyendo un libro o escuchando el trino de los pájaros.
"No sé quién cayó
antes, pero ya nos teníamos y no podíamos dejarnos escapar, o nos perderíamos
para siempre"
Subí deprisa, una gran curiosidad me invadía. Necesitaba saber cómo sería aquello, cómo se vería todo desde allí. Me senté en la hierba fresca apoyando mi espalda en el tronco de un majestuoso árbol y mirando la inmensidad del horizonte, me sentí tan sola que todo lo demás desapareció. De repente mi mente se quedó en blanco. Fue una bella sensación que consiguió poner en orden mis ideas. Al bajar me había convertido en otra persona.
Todas mis dudas y
temores se despejaron. Tenía el alma en paz y el espíritu tranquilo. No sabía
cuánto tiempo iba a durar esta sensación ni si se repetiría. Nunca me había
sentido así y, quizá no me volviera a sentir así nunca.
Por tanto, decidí
sacarle el máximo partido y aprovechar este estado de mi nueva religión para extraer
de mí todo aquello que no me pertenecía, pues ahora era una persona diferente. Así, adquirí todos esos aspectos de mi nueva personalidad que favorecían esta
especie de trance del que no deseaba salir.
"Esa sensación de
respirar, y creer que el mundo es tuyo y nadie te va a poder parar"